The New Republic and Stephen Glass

En mayo de 1998, Stephen Glass fue despedido de su puesto como redactor en la revista The New Republic. Todo ello ocurrió tras un largo proceso de investigación que demostró que su último artículo publicado era inventado, y a saber cuántos anteriores también lo fueron.

Este caso es sólo uno de los muchos escandalosos fraudes periodísticos que han venido surgiendo a lo largo de la historia del periodismo.

Las sospechas de que el artículo publicado por Glass era falso, comenzaron entre el personal de la edición digital de la revista Forbes, especialmente entre el redactor A. Penenberg, apoyado por su superior Kambiz Foroohar. Ambos comunicaron a Chuck Lane, el redactor jefe The New Republic, sus sospechas. Fue el redactor jefe quien inició una investigación interna que acabó desvelando la verdad, una verdad que le costaría no sólo su puesto de trabajo en The New Republic a Stephen Glass, sino un desprestigio por parte de todos los compañeros del periodismo que permanecería a lo largo de la historia.

Stephen Glass no publicaba ningún artículo verdadero, ya que no podían ser contrastados por otras fuentes, y, por tanto, se dedujo que la historia que contaba no era cierta.

De todo lo que se descubrió, lo asombroso fue que, al menos 21 de las 47 piezas que elaboró para la prestigiosa revista digital, fueron fabricadas parcial o totalmente, es decir, eran casi todas inventadas.

Todo ello nos permite cuestionarnos ¿cuántas mentiras hay detrás de miles de historias contadas? ¿realmente se asemeja el concepto del mundo que nos narran con la realidad que vivimos? Es duro plantearse todas estas preguntas, pero lo cierto es que existe una facilidad de inventar una mentira y que goce de fiabilidad aportada por aparecer en un medio de comunicación de gran prestigio como lo es el The New Republic. Lo cierto es que es muy difícil saber si se trata de un hecho verídico o de una gran mentira, puesto que a pesar de revisarlo por sus superiores, el mencionar unas fuentes directas, como así argumentaba Glass, nos da una credibilidad muy difícil de discutir.

En este caso gracias al papel del periodismo digital se pudo comprobar la falsedad de la historia. Fue en la edición digital de la revista Forbes donde se descubrió todo. Penenberg elaboró el artículo Lies, damn lies and fiction, en el que narra cómo comenzaron sus sospechas sobre el reportaje «El Paraíso de los Hacker» de Glass. Según el periodista Glass un joven de 15 años accedió a la base de datos de la empresa Jukt Micronis. Ésta en lugar de denunciarlo, lo contrató. Pues en toda esta historia, Penenberg descubrió que la empresa carecía de página Web, que no figuraba en la Asociación de Fabricantes de Software, es decir, que nunca existió una empresa llamada Jukt Micronis a lo largo de toda la historia.

Esto supuso un gran logro en el periodismo digital, ya que una revista digital que a penas llevaba funcionando unos meses, había descubierto un enorme fracaso de corrupción.

Stephen Glass fue denunciado y despedido de su trabajo, aunque él alegaba que sólo quería ser el mejor en lo suyo, a pesar de no saber que así lo único que consiguió es que se le recordara a lo largo de la historia, pero no precisamente por sus grandes logros en el periodismo, sino por un gran fraude como periodista.

En la película Shattered Glass, de 2003 se refleja muy bien el fraude periodístico que se desencadenó en 1998 en los EEUU de américa.

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